miércoles, 29 de abril de 2015

En una plaza

Miré la estatua. Allí estaba, impávida. A pesar de los años mantenía su rostro esculpido en la piedra. El gesto se conservaba imperturbable, aún con las deposiciones de las aves.

Prócer de viejas batallas, alguna vez fue un héroe. Algunos héroes mantienen su heroísmo con el paso del tiempo, mientras que otros se van erosionando, tornándose grises y desnudos en sus debilidades y miserias. El tiempo desgasta las vidas, las formas, los recuerdos y hasta a veces los heroísmos.

En esa mirada me vinieron a la mente las vidas de viejos próceres y viejas historias. Lamento pretender que algunos heroísmos perduren. Volví a mirar la estatua y solo vi un rostro esculpido en piedra... No pude ver nada más. Eso me puso bastante triste.

miércoles, 22 de abril de 2015

PERLAS...

Ayer salí a recolectar momentos valiosos. Son perlas escondidas en el océano del tiempo. Suelen estar detrás de otras perlas oscuras y desagradables. A veces hay que escarbar en el barro y la suciedad del fondo. Sus formas y colores solo se ven claramente cuando uno las saca de ese gran océano y las observa fuera de él. Hay días en que mi vista no es tan buena como en otras oportunidades. En esas situaciones, a pesar de mi búsqueda, las perlas me pasan inadvertidas, y con suerte quizás encuentro un par de piedras muy convencionales y habituales. Hay perlas de las más variadas formas y colores... He visto enormes pero de poco brillo. Están las que no tienen un gran tamaño pero tienen una maravillosa coloración. Están las más pequeñas; de estas hay un montón, aunque son casi invisibles a la vista.

Desde hace un tiempo que las vengo guardando en un cofre. No siempre me generan lo mismo cuando las observo; incluso las más antiguas suelen perder su forma y aspecto original. Los colores de la nostalgia tienen algo de hipnótico... Mirándolas me descubro algunas veces como extasiado, en trance. También en otras oportunidades me nace esa perversa racionalidad que me dice que no tienen valor porque si bien puedo verlas, jamás puedo tocarlas porque tiene la textura del pasado, y el pasado no se deja tocar.

Y raras veces, las miro y puedo ver mi reflejo en sus colores, aunque esto no dura más que unos instantes, porque allí es cuando la sensatez se hace carne en mí y no permite que esos colores tan especiales me distraigan demasiado. Entonces, simplemente desvío la vista y vuelvo a mirar hacia el océano...