lunes, 27 de junio de 2011

Abrazo sin prisa

(basada en una anécdota real)

Hoy pudo viajar. No es tan simple ahora...
El auto la dejó frente a la casa; alguien le abrió la puerta del auto, alguien la estaba esperando.

Que bueno que hoy pudo viajar; hacía tiempo que no viajaba hasta allí... Claro, no es tan simple ahora.

El tiempo hace que la gente sea indefensa en sus extremos... En la niñez y en la ancianidad.

Los niños no pueden viajar solos. Los ancianos ya no pueden viajar solos.

Pero ahí está ella, con sus 80 y tantos años, con sus achaques y con su historia llena de instantes.

Se baja lentamente del auto ayudada un poco, y de la otra casa ya la han visto. Dos puertas se abren a muy corta distancia: la de un auto, la de una casa.

De la casa sale otra personita aún más anciana. Su hermana tiene 90 y tantos.

Hace un tiempo que no se veían y la alegría se refleja en sus rostros surcados por el tiempo.

Como en cámara lenta se estiran los brazos y caminan cansinamente a esa corta distancia, con un par de lágrimas. Al tierno abrazo le lleva un tiempo consumarse... El tiempo necesario.