martes, 8 de diciembre de 2015

Resiliencia

Volveré a mirar, mirando de verdad,
parpadeando apenas,
sin prisa.

Lo haré tranquilo, dejando la pena a un costado,
pero sin evitar sentir.
Me haré blando y sutil,
me haré agua, humo...

Aceptaré simplemente.
Mi pie caerá nuevamente hacia el camino
y lo seguirá su compañero,
y se dirigirán a algún lugar.

Respiraré hondo y agradeceré mi aliento.
Desafiaré nuevamente
a quien me mira en ese espejo
y a veces no parece verme.

martes, 8 de septiembre de 2015

DISPUTA

- No me escuchaste.
- Siempre te escuché...
- ¿Estás seguro?
- La historia se repite todo el tiempo: Inoportuna; apareciendo en momentos en que estoy en problemas. Y con ese engreimiento, que lejos de ayudar, es un lastre... Estoy enojado y especialmente intolerante. En este estado soy peligroso y puedo destruirte con dos frases.
- Ya lo sé, solo estoy tratando de que recuerdes, no hay sarcasmos en la pregunta. A veces creo que no me escuchaste lo suficiente. Pero aún podés recordar.
- Escuché a mucha gente... Decidí lo que me pareció más conveniente ¿Cuál es la recriminación? No demostraste ser demasiado brillante en muchas oportunidades. Me metí en cada problema por escucharte...
- Depende de como lo veas.
- No me interesan tus juegos de palabras, además no quiero enfrentamientos, no la estoy pasando bien y no me hace falta tirarle más leña a este fuego. Pero no podés olvidarte que me dijiste demasiadas cosas, de lo más variadas... Aparte hubo épocas en la que no parabas de hablar; típico y fastidioso defecto femenino... Era hartante.
- Ese brote machista es raro, no me lo esperaba... Evidentemente estás seriamente enojado hoy. Es cierto; las mujeres suelen hablar de más, y los hombres suelen hablar de menos. Hubo épocas de mucha confusión, creo que yo también hice lo que pude.

Me miró con esa mirada reflexiva que yo conocía.

- Es verdad; tal vez no fui tan brillante...

Por momentos su mirada se entristeció un poco.

- Y así me fue con algunos consejos tuyos... Prefiero no acordarme.
- Pero creo que a pesar de todo tenía algunas precisiones...
- Seguramente ¿Pero cómo hacía yo para saber cuál de todo lo que me decías era lo acertado? A veces he escuchado a demasiada gente, y solo lograba llenarme de confusiones....Y creo que a las cosas más importantes nunca me las dijiste claramente. Tenías esa manera exasperante e innecesariamente críptica.
- Es que no sabía cómo decirlas claramente... Además tenía miedo.
- Un defecto de mierda... Por suerte vengo luchando contra esa calamidad.
- Yo perdí un par de veces contra eso.

Quedamos en silencio y pensando, hasta que ella dijo...

- Tal vez, después de todo me escuchaste bastante. Quiero darte un consejo final...
- Mala costumbre la de dar consejos que uno no pide ¿Estás segura de tener la solvencia para dar un consejo que yo no te pedí?
- Claramente tu mal carácter ha empeorado... Ojalá pudiera, pero solo tengo buenas intenciones. No puedo decirte que tengo precisiones.
- Como siempre. Al menos agradezco la pizca de humildad como para reconocerlo. Es una actitud mejor que la que tuviste cuando apareciste, de repente, sin saludar, interrumpiendo... Como de costumbre.
- Yo no sé aparecer de otra forma.
- Bueno, voy a escuchar este consejo así terminamos con esto, porque conozco tu pertinaz insistencia y es la única forma de que me dejes en paz ¿Qué es lo que intentás decirme?
- No luches contra tu esencia... Solamente eso.
- Esperaba algo más sustancioso que esta frasecita de autoayuda de sobrecito de azúcar...De nuevo otra mierda críptica que no me sirve absolutamente para…

Iba a seguir protestando, pero noté con furia que me había dejado nuevamente con la palabra en la boca. Supe que mi vieja voz interior se había ido.

viernes, 22 de mayo de 2015

Antes de ir a escena...

Se miró al espejo, comenzó a vestirse. El orden era importante: primero comenzaba con la camisa de más de 5 colores. Luego iría el pantalón enorme con tiradores. Se llenó los bolsillos de globos para fabricar conejos, jirafas y otros animales. Se colocó luego la flor en su camisa para que el viejo y efectivo chiste húmedo estuviera preparado para la ocasión. Los grandes y extraños zapatos esperaban a un costado hasta que les tocara el turno. Pero primero iban las medias, con cuadriculado de líneas gruesas, rombos amarillos y verdes. Ahora sí: ya estaba listo para ponerse sus zapatos. Cuando los tenía puestos nunca le eran cómodos: costaba caminar con semejantes accesorios.

Faltaba una ardua tarea... El maquillaje. Comenzó a distribuirse uniformemente la pintura blanca por todo el rostro. Luego continuó con la delineación exagerada de los ojos y su posterior colorido en los párpados y periferias. Enrojeció los labios con un furioso carmesí y los engrosó grotescamente sobre la mueca de sonrisa permanente. Las mejillas también fueron enrojecidas, estaba exultantemente sonriente aunque un tanto avergonzado. Se calzó la peluca multicolor y gigantesca. El detalle final era la nariz roja que se la colocó casi con dedicación.

Concluida su tarea, salió caminando con el paso decidido y torpe. Nadie notaría que estaba triste.

miércoles, 29 de abril de 2015

En una plaza

Miré la estatua. Allí estaba, impávida. A pesar de los años mantenía su rostro esculpido en la piedra. El gesto se conservaba imperturbable, aún con las deposiciones de las aves.

Prócer de viejas batallas, alguna vez fue un héroe. Algunos héroes mantienen su heroísmo con el paso del tiempo, mientras que otros se van erosionando, tornándose grises y desnudos en sus debilidades y miserias. El tiempo desgasta las vidas, las formas, los recuerdos y hasta a veces los heroísmos.

En esa mirada me vinieron a la mente las vidas de viejos próceres y viejas historias. Lamento pretender que algunos heroísmos perduren. Volví a mirar la estatua y solo vi un rostro esculpido en piedra... No pude ver nada más. Eso me puso bastante triste.

miércoles, 22 de abril de 2015

PERLAS...

Ayer salí a recolectar momentos valiosos. Son perlas escondidas en el océano del tiempo. Suelen estar detrás de otras perlas oscuras y desagradables. A veces hay que escarbar en el barro y la suciedad del fondo. Sus formas y colores solo se ven claramente cuando uno las saca de ese gran océano y las observa fuera de él. Hay días en que mi vista no es tan buena como en otras oportunidades. En esas situaciones, a pesar de mi búsqueda, las perlas me pasan inadvertidas, y con suerte quizás encuentro un par de piedras muy convencionales y habituales. Hay perlas de las más variadas formas y colores... He visto enormes pero de poco brillo. Están las que no tienen un gran tamaño pero tienen una maravillosa coloración. Están las más pequeñas; de estas hay un montón, aunque son casi invisibles a la vista.

Desde hace un tiempo que las vengo guardando en un cofre. No siempre me generan lo mismo cuando las observo; incluso las más antiguas suelen perder su forma y aspecto original. Los colores de la nostalgia tienen algo de hipnótico... Mirándolas me descubro algunas veces como extasiado, en trance. También en otras oportunidades me nace esa perversa racionalidad que me dice que no tienen valor porque si bien puedo verlas, jamás puedo tocarlas porque tiene la textura del pasado, y el pasado no se deja tocar.

Y raras veces, las miro y puedo ver mi reflejo en sus colores, aunque esto no dura más que unos instantes, porque allí es cuando la sensatez se hace carne en mí y no permite que esos colores tan especiales me distraigan demasiado. Entonces, simplemente desvío la vista y vuelvo a mirar hacia el océano...

viernes, 27 de febrero de 2015

DEGUSTACIÓN

Lo arrancó de mí con poco esfuerzo... Lo miró con cierta curiosidad en su mano mientras se movía; aunque la verdad es que no tenía nada de particular. Luego lo apoyó sobre una mesa, tomó un serrucho y comenzó a cortarlo en varias partes desiguales. Le molestaron un poco las salpicaduras, pero otras veces le había pasado...Era inevitable. Incluso lo había previsto; sacó un pañuelo que ya tenía manchas viejas del color marronaceo típico de la sangre que se seca. Se limpió un poco el carmesí de sus dedos, y después se pasó el pañuelo en su mejilla derecha para limpiar una gota que había saltado hasta allí. Notó que ya no se movía y estaba completamente inerte. Fue entonces cuando esparció sal por todas las partes cortadas. Con una actitud más propia de un gourmet, tomó un pequeño trozo y por su gesto pareció disfrutarlo mientras masticaba. Luego se alejó despreocupadamente mientras dejó los restos de mi corazón sobre la mesa.

jueves, 12 de febrero de 2015

IMPACTO

Ayer un instante impactó sobre mi cabeza. Era grande y muy duro; con bordes afilados. Aún me pregunto si algún malintencionado me lo arrojó desde lo alto.  Nunca se sabe por donde aparecen y suelen ser de la consistencia más variada. Me gustan aquellos que son livianos como una nube. Suelen dejar restos en el cuerpo, humedeciéndolo, crispándolo, o endulzándolo con una melaza extraña y viscosa.

Algunos vienen rodando desde terrenos escarpados. Recuerdo que con algo de suerte pude esquivar un par de esta clase. Pero no es fácil esquivarlos porque tienen los trayectos más inciertos del universo. Y hay otros en los que uno se esfuerza de una manera inútil por ir al encuentro, pero son especialmente escurridizos.

Hay otros instantes que uno quisiera guardarlos en un lugar y no desprenderse de ellos nunca, pero se desintegran irremediablemente. Son alimentos para el alma; pero son alimentos especialmente perecederos. Frecuentemente después de desaparecer solo queda el perfume de la nostalgia por un par de horas.

Otros me dejan reflexionando, hasta que el siguiente instante me saca de ese sopor. Hay instantes que lo siguen a uno. Me acuerdo cuando un instante me siguió. Yo noté que me estaba siguiendo y traté de despistarlo internándome en vericuetos especialmente zigzagueantes, pero no creerían la persistencia que suelen tener los instantes de esta clase. Suelen aparentar ser temibles pero de cerca no lo son tanto.

Y están estos, como el de ayer, que tienen la forma de una piedra gigante y caen desde arriba. Me ha dejado un buen chichón. Estoy en duda ahora; no sé si fue arrojado por alguien o me lo arrojé yo mismo.