domingo, 15 de febrero de 2009

Mi bicicleta lila

Tarde como tantas y como pocas… Este lugar es particularmente caluroso. Tengo ganas de contar una pequeña anécdota.

Tuve un golpe con mi bicicleta, fue estúpido y hasta hoy bastante molesto ya que aún siento mi lado izquierdo algo resentido. Es curioso como mi actitud de preservar lo que tenía en la mano hizo que me diera un buen golpe en el hombro… Esto me hace reflexionar sobre mi capacidad de preservar mi integridad física.

Otra cosa que siempre me sigue sorprendiendo es como uno reacciona frente al propio golpe… Primero, aún dolorido, observa a su alrededor para ver si además de dolor en alguna de sus articulaciones hay alguna pequeña dosis de humillación ante posibles risas de terceros… Que perfectamente podrían ser las mías, no me parecen condenables, solo que ante mi propio golpe el cambio de roles no me deja muy bien parado… De hecho en ese momento quedé literalmente acostado.

Y luego el hecho de levantarse del suelo, con el pantalón con la pierna izquierda en la rodilla abierto, que en este caso no es un grito de la moda ni un gesto sensual de mostrar algo más… Más bien lo que mostraba era una rodilla bastante rasposa y malograda y la predicción futura de que la siniestrada prenda iba a ser inevitablemente dada de baja.

Y el miedo a la humillación persiste… El momento del golpe no tuvo testigos de los que me haya percatado, pero ahora es el momento de levantar el medio de locomoción que tiene el asiento formando ángulos extrañísimos… Lo trato de enderezar y cede, con demasiada amabilidad; lo que me hace intuir que su firmeza va a ser un tanto relativa… Me subo sobre el vehículo y pretendo volver con pedaleo no tan rápido pero firme hacia mi casa… El asiento se mueve en forma errática en cada pedaleo y aminoro la velocidad fundamentalmente para que no haya posibilidades de caerme nuevamente.

Recuerdo que cuando llegué en ese momento no había nadie, o quizás mi subconsciente borró las caras …

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