sábado, 31 de agosto de 2013

Contrastes

Era como un niño delgado y altísimo que saltaba por techos y paredes, sonreía, gritaba, cantaba y volaba. Yo solo miraba sus juegos encantado. Su rostro era brillante, vivaz, apasionado y absolutamente vital y lo contagiaba todo con su alegría. Apareció de pronto y sabía que no iba a estar por mucho tiempo.


Todo brillaba, todo se iluminaba, todo cantaba en una fantástica sinfonía nueva y genial. Hablaba, jugaba, sonreía y gritaba con una alegría francamente contagiosa... De repente cesó en sus gritos, malabares, juegos y saltos y poco poco se fue aquietando. Su mirada vivaz duró hasta el último momento al igual que su sonrisa. Luego cerró los ojos y con un gesto de paz absoluta aquel instante de felicidad murió en mis brazos.

2 comentarios: