Una vez perseguí un amor que me evadía
con habilidad y sutileza. Cuando lo tuve en mi mano comenzó a perder
sus grandiosos colores y lo dejé olvidado una tarde cualquiera.
Otro día me escapaba de un miedo que
se me aparecía todo el tiempo en todas partes. Al arrinconarme no
tuve otra alternativa que enfrentarlo. Fue entonces que se disipó
como una niebla.
Ayer me encontré con una angustia. Era
como una vieja tía lejana, perfumada, obesa, indolente y triste que
me abrazaba y me abrazaba todo el tiempo y no quería que me vaya.
También corrí tras un deseo. Era
maravillosamente imponente a la distancia. Me permitió que me
acercara más y más. Cuando al fin le di caza se transformó en una
maravillosa e inútil estatua de mármol. Y en ese preciso momento,
otro deseo igualmente imponente, me saludaba, sonreía... Y escapaba.
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