domingo, 19 de febrero de 2023

La isla del borracho

 Rutinas, costumbres, atajos.


Pronto estarás aquí, con ellos. Con tu sonrisa habitual, sonrisa de bar con amigos, en esa familiaridad que te hace sentir seguro. Luego seguirán las risotadas. Con el bar atestado de gente. Con las voces estridentes que intentarán competir con la música. Los vasos pronto estarán vacíos.


La tercera botella provocará cierto letargo. Algunas sonrisas se congelarán cuando los ojos entrecerrados reflejen las colores de las inquietas luces del lugar. Pero no será igual para todos; nunca lo es. Habrá un cansancio en las charlas, un adormecimiento en los sentidos. La música seguirá estando muy alta; pero no molestará como ocurrió en el principio.


Con el paso del tiempo tus amigos se iran yendo. Sobrevendrá cierta somnolencia. La luz ya no provocará demasiada confusión. Habrá poca gente moviéndose al ritmo de la música.


Quedará el humo de los fuegos de artificio. Memorizarás como una foto en sepia, la imagen de esa chica que baila y que todos desean, especialmente por su condición de inalcanzable. Rebotará en los rincones los ecos de las voces reconocidas, y también tendrás las fotos en sepia de esos rincones.


Sobrevolará en tu cabeza algunas melodías de canciones que posiblemente te transporten a otros lugares de tu propia historia.


Disfrutarás con avidez de ese estado de confusión feliz, de psicodelia inducida. Volverás a creer que va a funcionar; creerás como un fanático de tu propia fe tan pagana y colorida.


Algo se empezará apagar muy lentamente. Habrá ciertos desperfectos; los que te acompañan ya lo saben. Notarán en tu voz ciertas frases malogradas. En tus movimientos comenzará a fallar tu agilidad. Luego tu estabilidad estará en problemas.


Aunque llegaste con tus amigos a ese mar de alegría, ahora estarás nadando solo hacia tu isla. Debajo del agua apenas escucharás sus voces. La alegría seguirá flotando como un aguaviva de muchos colores.


Ahora ya hiciste pie en la gran isla; ellos se encargaron de acostarte en tu vieja pieza de pensión. Te estarán hablando pero no esperarán tu respuesta. Creo que en algún punto habrán intuido que llegaste.


Disfrutarás de esa paradisíaca paz. Estarás recostado en la arena blanca, con ese sol que te dará en la cara. Serás el dueño de ese espacio recóndito en la mitad de la nada, por un intervalo de tiempo que no podrás precisar. Tantas veces conocida, tantas veces conquistada, tantas veces visitada. Cada uno de sus senderos, cada recorrido, es todo tan familiar...


Y volverás de tus pequeñas vacaciones en un par de horas. El sol de la isla no te afectará la piel porque se transformará en el pequeño foco de tu habitación.


Y no te sorprenderá descubrir finalmente que el dolor seguirá allí.

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