domingo, 19 de febrero de 2023

Rebeldía

 El sol es radiante, pero el calor me tiene sin cuidado. Bajo un cielo más azul que celeste, estoy descalza corriendo desaforadamente en un césped verde y tupido. Mi madre me pide a gritos que no pise las flores. Siempre me molestaron las colitas y el vestido. “Niña salvaje” , me solía decir mi padre. Mi hermano menor juega conmigo y lo molesto lo suficiente como para divertirme con sus enojos. Sé que las colitas se terminarán perdiendo en el césped.


Disfruto del perfume de esas flores tan amorosamente cuidadas. Aunque mi madre nunca me creía cuando se lo decía, todo el tiempo trataba de no pisarlas. Hay árboles frondosos con muchos pájaros. Después de jugar me da hambre y entro como una tromba a la cocina, y se siente el habitual aroma de las tostadas recién hechas.


Cierro los ojos y estoy ahí; en el lugar de mi felicidad. Descubro que aún tengo esa libertad de volver a mis recuerdos de infancia.


No quedarme quieta, correr y escapar, creo que fue siempre mi acto reflejo. No quedarme en lugares que no me gustaban, no aceptar mansamente algunas órdenes. Mis padres tuvieron que batallar siempre con todo esto. Yo también.


El infierno y el cielo parecen estar en la tierra; quiero volver a ese cielo mío. No creo que haya uno solo. Estoy convencida de que cada uno tiene el propio, quizás también su propio infierno.


En mi infierno, apenas puedo abrir los ojos porque me duelen. Al abrirlos veo un pequeño haz de luz. La oscuridad es casi total. Los otros sentidos me traen completamente a la realidad: gemidos ahogados, olores de hacinamiento, el sabor metálico de la sangre, mis pies mojados en orina.


En este infierno que parece infinito, hubo un atisbo de ternura, tan pequeño como la gota de agua dulce en un océano salado. Quizás nunca debió haber sido. Ya no lo sé.


Mi rebeldía está en los recuerdos, porque mi cuerpo ya no puede seguir luchando. Pero es curioso cómo el pensamiento se niega tozudamente a dejar de razonar. Y lo hace con bastante precisión; a pesar de tantos golpes.


Mi rebeldía sigue existiendo; eso me hace sentir algo orgullosa. Tal vez es eso lo único que me queda, después de tanto tiempo aquí... Imposible saberlo; tal vez meses.


Siempre estuve atenta a las voces, los movimientos, los gritos, las palabras que en sus diferentes tonos tienen distintos significados. Todos nos conocemos aquí aunque sea a oscuras. No nos vemos los rostros, pero tal vez nos sentimos las almas.


Hay una coherencia salvaje, precisa, casi de una obviedad idiota. La crueldad no siempre es inteligente; a veces es solo cruel y con el paso del tiempo se hace predecible, repetitiva, cronológica, monótona, casi burocrática.


Por eso es que no necesito confirmaciones. Y no creo que sea por la tan mentada intuición femenina. Es solo deducir desde la atención de los hechos que se repiten fatídicamente. Por suerte no han podido doblegar mi razón.


Paradójicamente mi mayor gesto de rebeldía será no revelarme ante lo inminente. Ya siento los pasos de las botas... Nos vamos juntos, hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario