Sobre el mármol yacía inmóvil, frío y con un último gesto que mostraba una tranquilidad final; aquel pensamiento estaba bien muerto.
Dieron paso a la autopsia con la más absoluta meticulosidad, revisando cada tejido, cada víscera, cada órgano, cada porción de aquel cuerpo.
Luego de muchas horas se miraron entre ellos y el gesto colectivo era de estupor y de desconcierto. Volvieron a hacer nuevas revisiones; buscando algún indicio, alguna pista, algún elemento, y pasaron nuevas horas.
Finalmente se rindieron y el misterio quedó sin resolver. Nunca se supo si fue suicidio, crimen o muerte natural.
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